Papá me conoce muy bien. Mi cumpleaños
se acerca y sé que le atinará al regalo que yo más quiero. Estoy por cumplir 12
años y comienzo a dejar de ser un niño, al menos eso pienso. La primaria está
por terminar y la secundaria por iniciar. Siento una mezcla extraña de
sentimientos que sólo es superada por la emoción que me representa la llegada
del mundial de futbol. Quisiera tener más años y dinero para poder estar en
Corea y Japón. O, ya de perdida, comprarme la playera verde de la selección. O la
guinda.
Es 2002. Marzo ha iniciado y mi
cumpleaños se acerca como se acerca la inauguración del mundial. Aunque hay un
problema, los partidos serán de madrugada y yo tengo que levantarme muy
temprano para ir a la escuela, a la primaria. Y ni pensar en faltar, mamá y
papá no me lo permitirían. Así que tendré que despertar muy temprano y aguantar
sin quedarme dormido.
Aún recuerdo la emoción y el
nervio del pase al mundial. Era noviembre de 2001. Se sufrió como en pocas
ocasiones. Por poco y no vamos y todo por la culpa del “ojitos” Meza. Pero llegó
Aguirre y salvó el barco en aquel mediodía de domingo cuando un cabezazo de
Borgetti nos dio vida. Después vino la resurrección mexicana y el partido del
todo o nada frente a Honduras.
Recuerdo que el ambiente era de tensión,
o al menos eso era lo que yo sentía. Un día antes, en el noticiero de las 3 de
la tarde, habían hecho una simulación del partido que disfruté como pocas
veces. Me encantaría que previo a cada partido hicieran eso pero sé que no
pasará. En fin. Refugiado en la pequeña bandera tricolor que me compraron para
el pasado grito de independencia, me preparo para ver el día del todo o nada.
Grité y grité mucho cuando los
tres goles de México cayeron en la portería catracha. Me emocioné con el gol
del “Cuauh” y el pase al mundial. Después vino el sorteo. ¡Ah para suerte!
Croacia, Ecuador e Italia. Las expectativas son pocas, pero a lo mejor este año
es el bueno y México da la campanada.
Es el día de mi cumpleaños y
espero el regalo de mi papá. El tintineo de la campanita me anunciará su
llegada. En la tarde mamá me hizo enchiladas y las disfruté como pocas veces. No
habrá pastel pero eso poco me importa cuando puedo comer uno de mis alimentos
favoritos.
Mis hermanos aún están pequeños
para entender la emoción del mundial y no comprenderían porqué he vuelto a sumergirme
en las enciclopedias Larousse que papá compró hace unos 7 años. ni porqué busco
las banderas de los países que participarán ni si ya trato de saber por cuántas
horas nos llevamos con Corea y Japón.
Se acerca el mundial y estoy muy
emocionado.
El regalo de papá me ha dejado
sin palabras. Es sencillo pero magnífico. Me conoce muy bien y por eso me ha
obsequiado esto que tengo en las manos. La verdad lo cuidaré y lo llenaré con
mucha paciencia; trataré de escribir bonitos los número y las letras para que
se entiendan y en unos años pueda consultarlo.
Lo veo y poco me importa que sea
un promocional de Nescafé. Me importan más los nombres de los países, los
grupos del mundial y lo horarios en los que se disputarán los partidos. Además se
dobla y puedo llevarlo a donde quiera.
Y, si algo faltara, tengo plumas
nuevas y un lápiz de puntillas para llenar los marcadores de los partidos. Me
emociona tener entre mis manos esta guía que contemplo maravillado, así con la
ilusión de un niño que aún sueña con balones y grita con ilusión los goles de
su selección.
@juaninstantaneo
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