miércoles, 8 de agosto de 2012

Pausa

El llanto corre fácil por sus ojos. Siempre le pasa. Miriam, le han dicho, peca de sensibilidad. El caos del oriente de la ciudad la tenía abrumada, la jornada escolar había sido cansada y aún no tomaba el ritmo que la vida de un estudiante requiere. Por su mente los recuerdos revoloteaban como los mosquitos sobre el pasto. Afuera, el tráfico era uno de esos monstruos del cual es conveniente huir si se puede; ella, aunque quisiera, no podía.

Sus sentidos eran invadidos por la música que tenía la virtud de tranquilizarla. El camión frenó y ella sintió cómo su cuerpo se precipitaba al frente, alcanzó a meter las manos para evitar golpearse la boca con el asiento que tenía ante sí. Se asustó y su boca formuló una grosería convertida en suspiro.

Decidió calmarse mirando por la ventana al montón de gente que intentaba abordar el transporte. Sólo sintió una mezcla de coraje al saber que la situación no mejoraría por varios días. De pronto, no recordaba haberlo hecho, la voz de la locutora la cautivó. Por el auricular escuchaba un pensamiento que, curiosamente, reflejaba la marea de sentimientos en los cuales estaba envuelta.

Cerró los ojos dejándose guiar por la voz, mientras uno a uno los recuerdos de días no muy lejanos la invadían... La tarde era soleada. Los árboles ofrecían el cobijo más socorrido para un verano atípico mexicano. Miriam estaba recostada junto a Ernesto. 

Mientras las manos se fundían en una sola, la plática se convertía en el remanso del intenso calor. A su alrededor, las aves viajaban al sur. Un cierto impulso, de esos que asciende por el estómago y erizan la piel, los tomó por sorpresa. Voltearon sus cuerpos hasta encontrarse frente a frente. Los ojos comenzaron a anclarse en una mirada que trasciende y toca el alma. La distancia se redujo tanto que el filo de ambas narices se tocaron. La pasión tomó forma de un beso y la tarde de una historia por escribirse.

El camión volvió a frenar intensamente. Miriam se desesperó mientras volteaba, irritada, a la venta. El enojo se disipo en forma de suspiro cuando, en una pausa, descubrió el rostro de Ernesto esperando la llegada del transporte...

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