A M. M.
Tu beso, resguardado en mi corazón
...Junio lo ponía nervioso. Las vacaciones y el verano le obsequiaban tiempo para descansar y eso no le gustaba, pues era el momento en que la soledad reinaba en su vida. Apresurado terminó de arreglarse, corrió a la cocina a preparar el desayuno mientras la voz del locutor daba el resumen de las noticias.
El teléfono sonó. Uno, dos, tres timbrazos bastaron para que
contestara. Era la voz de su madre. Era la llamada del día a día. En otros
momentos dicha situación lo molestaría, hoy lo agradecía. El “te quiero” de su
madre puso fin a la charla. Carlos colgó con un hueco en el estómago, la
soledad lo había tomado y amenazaba con no soltarlo.
Decidió salir para distraerse por unas horas. Tomó la funda,
con la guitarra adentro, e introdujo el libro que se había dispuesto a leer,
“Arráncame la vida” se leía en la portada.
-¿No haz visto la película de Arráncame la vida?-, lo
cuestionó Lili una tarde que caminaban por las calles de Coyoacán.
-No, dijo apenado el joven. En el aire, el olor a café
predominaba. Algunas aves recorrían el cielo y marzo concluía.
-Ya sé, te invito a mi casa y la vemos. La sonrisa de Lili
lucía. Carlos afirmó con la cabeza.
Al día siguiente optó ir a la librería. El lugar lo recibió
entre la algarabía de una ciudad tomada por la primavera. El sol extendía la
figura de quienes caminaban por la acera; las botellas de agua desfilaban de la
mano de las personas, mientras la tarde tomaba tintes de viernes.
Salió ahogado por el bochorno generado por los autos, sus
oídos se saturaron del pitido y los gritos agudos de los vendedores. Optó por
caminar, un vicio heredado de su último amor. Carlos notó el golpeteo de los
recuerdos en su mente. Sacudió la cabeza intentando apartar esas imágenes, se
dejó invadir por el ligero rostro de Lili, imaginando que un día la abrazaría
hasta perderse en la calidez de aquella piel...
(Continuara...)
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