A Mariana
Cada latido es acompañado de tu nombre
Despertó con el sabor amargo del sueño inconcluso. Lanzó un
lamento al aire que se confundió con el crujido de la cama. Intentó cerrar los
ojos para continuar con el sueño, no pudo. Frustrado se talló los ojos mientras
estiraba las piernas y sentía cómo cada parte de su cuerpo despertaba.
La mañana era fría. Por las rendijas de la ventana se colaban
pequeñas caricias del viento. El sol estaba ausente; las nubes grises reinaban.
El reloj marcaba las diez de la mañana de un 17 de junio. Carlos había soñado con
Lili, la mujer que le hizo extraviar la mirada en sus pupilas.
Se incorporó para mirar su habitación. Notó lo desgastado de
los pósteres y las telarañas que se habían formado en las esquinas de su
cuarto. Bajó la vista y sus ojos se posaron en la fila de libros que posaban
sobre la repisa. Le impactó ver que se había vuelto un seguidor ferviente de
Benedetti. Su cabeza lo llevó a recordar las palabras que su madre le había soltado
una mañana mientras desayunaban: -¡Cómo cambian los hombres por una mujer! Lo
había comprobado.
Siguió con la inspección del cuarto mas por ocio que por
interés. Seguía molesto por haber despertado sin que el sueño concluyera.
Estaba tan cerca que lamentaba haber abierto los ojos cuando sólo unos
centímetros lo separaban de rozar los labios de Lili. –Soy un desastre -murmuró
cuando vio las prendas que lucían amontonadas sobre una silla.
Dio unos pasos para situarse frente al espejo del buró que
sus padres le habían obsequiado. Se contempló. Pasó sus manos sobre las mejillas
y sintió el roce de la barba no cortada en tres días. Con la yema del dedo
índice dibujó sus ojeras mientras observaba la ovalada fotografía que Lili le
había obsequiado.
Aquella tarde, tras salir de la escuela, Carlos acompañaba a
Lili a recoger las fotografías que le habían pedido para su trabajo. Caminaron
bajo el paraguas que, en aquellos días de marzo, debía cubrirlos de un sol
candente. La lluvia, atípica, los tomó por sorpresa mas por el frío desatado
que por las gotas que incesantemente caían. Las calles se volvían estrechas. El
local era pequeño. Al ingresar una campanilla delataba la presencia de los
recién llegados. En el fondo, varios cuadros llevaban tatuadas las sonrisas de
quinceañeras, bebés, esposos o niños.
Tras un par de minutos, Jorge, el fotógrafo, salió a
atenderlos.
–Vengo a recoger unas fotos-, dijo Lili.
-Claro, ¿cuál es su nombre, señorita?, cuestionó Jorge
mientras una sonrisa se le dibujaba en el rostro.
-Liliana Corona; son unas fotos infantiles a color-,
puntualizó la mujer.
-¡Oh, sí, ya la recuerdo!-, concluyó el hombre mientras
posaba los cansados ojos en Carlos.
El fotógrafo giró para quedar frente a la puerta que
resguardaba el estudio. Carlos estaba absorto, tenía los ojos estacionados en
el perfil de Lili. Con la mirada acarició la mejilla de la mujer y resguardó en
su memoria la forma lateral de la nariz. Agudizó el olfato y comenzó a dejarse
invadir por el aroma a jazmín que desprendía el cuello de Lili.
Lili tenía los ojos perdidos en el cuadro de una pareja de recién
casados. Por momentos sustituyó el rostro de la dama por el suyo, suspiró. El
fotógrafo reingresó a la pequeña oficina sacando del idilio a Lili.
Carlos sintió un zarpazo en el corazón y las mejillas se le
encendieron cuando el fotógrafo destacó lo guapa que era su “novia”. El
muchacho no supo ocultar la pena causada por el comentario del señor. Lili sólo
atinó a sonreír y agradecer el cumplido.
Carlos no podía hablar. Siempre le pasaba lo mismo: la pena
lo tomaba y no lo soltaba.
El cielo seguía gris. La lluvia había dejado su marca en el
asfalto. Lili introdujo sus dedos en la bolsita que contenía las fotografías,
tomó una de ellas y giro hasta encerrar a Carlos, quien rió apenado.
-Es tuya. Te la regalo. Digo, para que me recuerdes y no me
olvides.- dijo la mujer mientras sonreía.
Carlos estiró la mano, en su palma yacía la fotografía con
el rostro de Lili, esa foto que había colocado en el costado de su espejo para
que al despertar fuera lo primero que observara…
(Continuará...)
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