Su lamento se estrella contra el
sonido del despertador. Natalia intenta abrir los ojos más por compromiso que
por gusto, recuerda que el día ha comenzado y debe levantarse. Estira los pies
y los brazos como invitando al resto de su cuerpo a despertar. El bostezo le
increpa y la nostalgia le vuelve a la cabeza.
Vacila. Con las manos se toma el
cabello e intenta alaciarlo un poco. Comienza a acercarse al espejo que tantas
mañanas la ha visto, se mira y comprueba lo que Andrés le dijo la primera noche
que compartieron más que una cama: “tus ojitos son tristes”. El suspiró se
perdió entre la lágrima que recorrió su mejilla mientras buscaba el celular.
“Tú los haces felices”, le
respondió aquella noche mientras esbozaba una sonrisa que sintió diáfana y sincera.
Andrés se dejó invadir por la revolución que Natalia provocaba en sus adentros
y le entregó el corazón en un beso que supo los ligaría por la eternidad.
Natalia comenzó a escribir en la
pantalla del móvil mientras su mente le jugaba una mala pasada…
Josué le tendió una miraba llena
de reproche y dolor. Natalia lo sabía y sólo atinó a verlo con la esperanza de
que el mal momento pasara. Nada, el destino sabe cuándo terminar aquellos
encuentros que son transitorios y sólo se convierten en parte de la experiencia…
Decidió llamar. El teléfono
comenzó a sonar y su corazón se alteraba, la voz de Andrés siempre la pasmaba. La
conversación le regresó el alma a Natalia, quien sintió la calma que da el
amor. “Ojitos tristes”, murmuró para sí, mientras sonreía al recordar que en
horas se habría de casar.
@juaninstantaneo
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